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Psicoanálisis y Ciencia. ¿un nuevo diálogo?




Decir a esta altura que el psicoanálisis es tributario de la ciencia moderna, de cuyo sujeto se ocupa y que, como disciplina que se pretende científica es hijo de su época, es una verdad de perogrullo que casi no merece ser repetida aquí. Sin embargo si me parece interesante traer para compartir, a raíz de esta filiación histórica, el interrogante de si la ciencia ; tal como se la esta pensando hoy día;  que algunos autores llaman  posciencia o ciencia de la    postmodernidad,  es la misma que la que dio lugar al origen del psicoanálisis y, en todo caso como se podría inscribir el psicoanálisis dentro de un paradigma diferente al de la modernidad. Y para ello, que remedio nos queda, se hace necesario hacer un poco de historia: la del esfuerzo inmenso de pensamiento, como lo ha dicho Alexander Koyré,  que condujo al nacimiento del paradigma científico de la modernidad, desde su aurora renacentista, su trasfondo político-religioso asentado en la reforma protestante y la contrarreforma católica, el pensamiento mágico-infinito de G.Bruno y J.Kepler, el intento de mediación que supuso el sistema de T.Brahe, el giro copernicano rubricado por Galileo, hasta su culminación en la síntesis newtoniana. Marca su punto de inicio en la  equiparación ontológica entre el movimiento de los cuerpos y el reposo a partir de la formulación de la ley de la inercia, hasta las leyes gravitacionales, en fin la transformación de la concepción aristotélico-ptolemaico-tomista de un universo cerrado, cualitativo, finito y ordenado jerárquicamente, en otro infinito,  predecible, determinable a partir de algunas leyes universales y simples que permiten dar cuenta de un funcionamiento automático , homogéneo y eterno , descifrable a partir del conocimiento de su álgebra y posible de calcular en sus desajustes : la matematización de lo real y la geometrización del espacio.

 

Es en este nuevo mundo, el de la dinámica y la mecánica clásica, de la razón cartesiana no engañadora , que el psicoanálisis va abrirse paso trabajosamente entre la querella de los métodos, lo inaudito de su objeto y lo provisorio de sus hipótesis, para hacerse un lugar, según la aspiración freudiana entre las ciencias de la naturaleza, con la pretensión de equiparar su status a la de la física y la química, tradiciones epistémicas de las que Freud bebió abundantemente y que por la vía de la metapsicología, tal como lo propone P.L.Assoun, encuentra su identidad propia como un “barroco epistémico, rigurosamente indígena”

 

Pero este modelo, que liga de forma peculiar sujeto y objeto, poniendo en primer plano una relación que es de dominio, y que por medio de la asepsia experimental, devenida en experimento mental que culmina en una articulación discursiva que excluye al sujeto, ya no es el único válido para los teóricos de la ciencia, que han encontrado en la noción misma de progreso el límite a ese paradigma, su puesta en cuestión y , finalmente, su ruptura. El universo moderno, autómata , simple, homogéneo y eterno, ha conducido a descubrir otro formado por estructuras complejas y abiertas, por sistemas alejados del equilibrio, por procesos irreversibles, el universo de la mecánica cuántica, la relatividad y la termodinámica; afectado de entropía. Este este otro modelo ,que ya no puede dejar a un lado la temporalidad,   el azar y el caos que encuentran su lugar produciendo un nuevo orden , ya no puede sostenerse en las mismas categorías de la relación  sujeto-objeto en los términos del dominio, sino más bien en un diálogo con la naturaleza concebida en términos casi poéticos, es el universo del fin de las certidumbres en el que ya no es posible una única lectura de la ciencia y de la epistemología y en el que el sujeto es claramente incluido en el discurso.

 

La producción del conocimiento y la investigación científica encuentra, en este nuevo paradigma su lugar al lado de las producciones culturales de cada época y ya no admite ser ubicado por fuera de los sujetos  que los producen. La interacción entre sistemas complejos, la degradación de la energía y el desorden ya no pueden ser atribuidos a las fallas en los modos o métodos de conocimiento o a las carencias tecnológicas, sino que son parte de la esencia del proceso de investigación, se propone entonces una nueva alianza entre el hombre y la naturaleza basada no ya en el dominio sino en términos de sujetos de diálogo, que sin desconocer el tremendo impacto que produjo en la historia de la ciencia  el paradigma de la modernidad  lo interroga para dejarlo  atrás.

 

Esta suerte de subjetivación del objeto permite pensar en que el sujeto de la posciencia  podría alojarse de otro modo, más cercano al sujeto escindido entre saber y verdad en el que los analistas nos sostenemos, inscibiéndose en otra modalidad discursiva que ya no responde a la lógica de la exclusión

 

En la lectura que estoy proponiendo se me ocurre que el psicoanálisis encuentra un lugar de menor confrontación y que abre una posibilidad de un diálogo más fructífero, que de ser así, sería oportuno poder aprovechar.

 

Para ir terminando solo una mención a una idea: el progreso del conocimiento sostenida en la temporalidad del retorno. Si la ciencia clásica es arquimediana según la concepción de Koyré  y el avance del psicoanálisis hizo necesario que Lacan impusiera un retorno de Freud, ¿es posible pensar la concepción postmoderna como una re-

torno de la cualidad de la cantidad? 

 

“Cada gran era de la ciencia, dice Ilya Prigogine, ha tenido un modelo de la naturaleza. Para la ciencia clásica fue el reloj, para la ciencia del siglo IXX fue un mecanismo en vías de extinción ¿qué símbolo podría corresponder a nuestra época?.Tal vez la imagen  que usaba Platón: la naturaleza como obra de arte”.



Gustavo Lerner

      

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